Oh sí, ya caí en el viejo truco de rescatar textos pasados para el blog. Sucede que mi intención original era la de no postear nada este fin de semana (así daré tiempo de que alguien más cuente que insulto de película le gusta más, me dije). Pero luego pensé que sería un desperdicio no escribir nada en medio de un fin de semana de tres días, sin embargo, después de mucho pensar me di cuenta de que no se me ocurría nada, así que aquí está la breve historia de este texto.
Hace algunos años, quise entrar al equipo de colaboradores de la revista Playboy, para ello mi propuesta fue la de una columna humorística, tratando de que fuera dirigida al público masculino. Por supuesto, como suele suceder en estos casos, y otros colegas no me dejarán mentir, entregué la que sería la primera columna, me dijeron que estaba muy bien, que sí se iba a publicar y hasta la fecha sigo esperando que se publique (por supuesto, mi mujer no se tragó el cuento de que tenía que comprar la Playboy para ver si ya la habían publicado). Así que aquí está la primera entrega, por supuesto que quien habla en ella , no soy yo sino un personaje ficticio:
Cuando era adolescente, quedé embelesado por las películas de Mauricio Garcés; a mis tiernos quince años decidí que ése era mi role model a seguir, ése era el tipo de vida que yo tendría cuando me emancipara de mis papás y viviera en mi propio departamento.
Claro, siempre he sido un fanático del cine, y por lo tanto hubo otros modelos que apelaron a mi sentido de wannabe, como James Bond, por ejemplo. La vida de lujo, ¡las mujeres que conseguía!, y el hecho de que fuera experto en armas y en todo tipo de defensa le llegan a cualquiera. Lo malo es que si ésa era la parte del personaje a la que nunca tendría acceso, ya no hablemos de misiones internacionales para salvar al mundo libre o de autos que se vuelven submarinos.
Ni hablar, lo terrenal, lo que estaba al alcance de mi mano, era llevar una vida al estilo del maestro Garcés. Vivir en una fastuosa casa, con un fiel Luis Manuel Pelayo que se encargaría de las mundanas labores del hogar y de llevar mi agenda, la cual tendría cada día una voluptuosa Zulma Faiad (o alguien por el estilo) con la cual pernoctar “y otras cosas”.
Desgraciadamente, al llegar el momento de abandonar el hogar familiar, recibí mis primeras cachetadas de realidad, ya que mi presupuesto no me permitiría tener mi propia mansión en las Lomas, sino apenas un modesto departamentillo en la Agrícola Oriental con amplia estancia (o sea cocina y sala en una sola pieza), y una habitación con baño y vista a una azotehuela ajena.
Y qué esperanzas de tener un mayordomo Sócrates; ni siquiera podía costear a una ñora (que era conocida de la portera) que hiciera la limpieza del departamento una vez por semana.
El vivir publicando artículos y reseñas en oscuras secciones culturales de distintos medios, no me daba el roce social que yo necesitaba para ser invitado a eventos como cócteles, desfiles de moda y demás sofisticados lugares en donde podría conocer a mujeres como las que se ligaba el buen Mauricio; cuando mucho compañeras reporteras y estudiantes de arte y/o comunicaciones que en realidad iban a esos actos por el trago gratis. Aún así, si un encuentro de ésos hubiera podido tener el glamour de los de “Espérame en Siberia, vida mía”; éste se disipaba en cuanto llegábamos al umbral fodongo de mi casa.
Pronto me di cuenta de que el soltero real tiene que lidiar con la limpieza de su casa, mantenimiento, pago de la luz, gas, teléfono; compras en el supermercado. Por cierto, entre todas esas actividades tenía que encontrar un tiempito para escribir, de lo contrario no podría sostenerme. Después de todo ello, ¿quién va a tener energías de fantasear siquiera con seducir mujeres? Todo lo que quiere uno es dormir por espacios que duren más de cuatro horas.
La lección de esto es que uno no puede aspirar a vivir como en el cine, ni siquiera como en las películas mexicanas. Por último, un elemento más de realidad: la vida de stress me ha llenado de canas prematuras, al principio pensé que esto por fin me ayudaría a ser como el zorro plateado. Pero tonto de mí, para empezar tengo canas en toda la cabeza menos en las sienes, y Garcés debe ser el único canoso en el planeta que puede atraer mujeres. En mi caso es más bien al revés y la verdad es que no me atrevo a entrarle a los tintes; ya saben, los químicos.
Sólo me queda disfrutar de un vaso de Ron Raúl (no me alcanza para el coñac) de vez en cuando mientras veo una película de Mauricio Garcés en algún canal de TV para desvelados.
Me vi tentado a hacer algunas correcciones, pero la copié tal cual estaba. Ya me despido, pero antes dejo una de mis frases preferidas del viejo Mauricio: “Chicas, les traigo una excelente noticia: Ya llegué”.
ey.. me agrada tu redacción ;D
ResponderEliminary me late más aún tus interéses (:
Saludos.
Jajaja!
ResponderEliminarEs simpático el escrito.. nada más que la pura realidad.. Siempre pintan el vivir solo como una maravilla y a menos que seas Jaime Camil o la sonsa de Paris Hilton, es más bien lo contrario.
En cuanto al buen Mauricio Garcés, la verdad es que tenía un encanto particular, yo desde chavita veo sus pelis aunque sean repetidas. Físicamente no me gusta ni tantito, pero es la encarnación del macho alfa, pero con mucha gracia.
Mi frase favorita de él es "debe ser difícil tenerme y después perderme.." jajajaja
En fin, saluditos!!!
esta buena la historia y tristemente muy real
ResponderEliminarpero bueno... que se le va a hacer
así es la vida
Gvz, hombre, muchas gracias. Se hace lo que se puede, je je.
ResponderEliminarAsí es, amigo Ricardo, tan cruda como la vida misma.
Isaura, y yo creo que ni Paris Hilton puede vivir sola, por fuerza necesita empleados que verifiquen que no azotó contra la esquina de un mueble en su borrachera de la noche anterior. Por cierto, ya te puse en mis links, y sí, ya tenemos a Mariano Osorio en la tele ¿no es maravilloso? Te mando muchos saludos.
Ualaaaa! gracias por el link ira! :P
ResponderEliminarPues que lástima que esto no continuó Olivier, porque está muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias señor, pues qué se le va a hacer.
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